viernes, 24 de abril de 2009

SOCIEDAD ANONIMA Una ventana a la libertad (Veinte años de teatro independiente) TESTIMONIOS 1

Laura Elena Acosta Córdova. ACTRIZ ( Compañia Teatral Sociedad Anónima. 1986)

Mi actividad teatral fuera de las aulas dio inicio desde los primeros semestres de la carrera. En el marco del festival Internacional Cervantino (1986), un grupo de compañeros de distintos grados, emprendimos la aventura, la decisión de lanzarnos a las calles y plazas de la ciudad de Guanajuato con la obra “La Noche de San Silvestre”, escrita por Jorge Sandoval y dirigida por Javier Corea. Desde entonces el grupo trabajó con el nombre de “La Sociedad Anónima”.
“La Noche de San Silvestre”, ambientada en la edad media, con personajes alegóricos, habla de dos hombres que pretenden compartir las últimas horas del año; dos mendigos que están próximos a morir, aunque ellos no lo saben, y son las últimas horas de su vida el transcurrir de la obra, justo la última noche del año.
La acción se lleva a cabo en un despoblado, en las afueras de la ciudad. Aparece un tercer personaje, la “Miseria” (interpretado por mí) que propicia el encuentro entre el ciego y el leproso, un acercamiento circunstancial, pues el leproso encuentra un mendrugo de pan que la Miseria coloca deliberadamente. Minutos después de iniciado el diálogo, irrumpe en el escenario un cuarto personaje: “El Juglar”, puente o enlace entre el mundo real, de los vivos, y el submundo o mundo de los muertos.
Persuade con su música, convence con su palabrería. En esta escena se inicia un juego ritual, una pequeña parodia de la “Ultima Cena”. Después, animados por el juglar, llenos de contento, presos de la euforia, el vino, el frenesí y la embriaguez, los mendigos caen exhaustos, adormecidos por el licor y la danza, quedando en el ambiente un gran silencio.
Precedida por la Miseria, hace su aparición el quinto personaje: “La Muerte”. Su presencia, su figura enigmática y aterradora, su poder sobrehumano, hacen despertar de su embriaguez a los mendigos, quienes sorprendidos y aterrados recobran la salud inesperadamente; el ciego puede, por fin ver, y ante su azoro y desaforados gritos, se enfrenta a la Muerte lanzando un discurso que raya en lo filosófico, patético y lastimero de quien por instantes se aferra a los últimos momentos de su vida… La Muerte, rotunda y con un solo movimiento amenazador, ciega su vida. El leproso despierta de su letargo, la Muerte ya lo aguarda; éste descubre su cuerpo ágil, su piel sin llagas, sin manchas… no acierta si llorar o reír, pero presa del pánico, descubre la presencia de la Muerte; de igual forma la incrimina, la cuestiona, la maldice…pero ella clava en él su filosa mirada y calla sus injurias asestando el último golpe. El leproso cae fulminado junto al cuerpo del ciego.
Acabado su trabajo, la Muerte se dispone a partir; la Miseria hurga apresurada en los cuerpos y las pertenencias de los mendigos, rescatando objetos de valor para ella. El Juglar toca su flauta y sale jugueteando tras la Miseria; ambos personajes caminan tras los pasos majestuosos de la Muerte. El espacio queda en silencio, con los cuerpos inermes de los mendigos.

Esta obra ha sido el punto de partida de mi trayectoria como actriz. Vista a la distancia, me doy cuenta con asombro, de la capacidad emotiva y creativa; el empeño y entusiasmo con que emprendimos esta pequeña, pero gran empresa para comenzar. El teatro callejero nos abrió las puertas a un vasto campo por explorar, pues nos enfrentan a situaciones adversas, como el miedo a los grandes públicos, a las rechiflas, las burlas o a la indiferencia… pero también a la gran satisfacción que nos da el aplauso.

Había una cierta ingenuidad de quien comienza… y con esto no quiero decir que ahora domino por completo cualquier escenario y cualquier público. Cada experiencia es diferente, cada montaje un comenzar de nuevo, y ese miedo y esa inseguridad era por parte de todo el grupo; ese pánico escénico que se apodera hasta del más experimentado actor.

Esta experiencia fue una gran hazaña que me enriqueció y me ayudó a entender que : “esto es lo que yo quiero hacer”; era yo enfrentada a una forma de vida, y me gustaba la perspectiva; además de que este montaje era la primera experiencia en forma de “hacer teatro”, previo paso por la Escuela de Iniciación Artística de Bellas Artes.

Uno de los problemas con los que nos enfrentamos, fue el acercamiento, el contacto con las Instituciones Culturales. Como nos lanzamos con arrojo y tomamos las calles y plazas sin pedir permiso, sin avisar, pretendieron “reclutarnos” e incluirnos en su programa y apegarnos a horarios y lugares fijos, eso era limitarnos. Teníamos fe en nosotros mismos y grandes deseos de presentar nuestro trabajo. Además los callejones, las calles laberínticas y recovecos que caracterizan a la ciudad de Guanajuato, eran motivo suficiente para desatar nuestra creatividad y asumirnos como grupo “independiente”. Teníamos un cierto arrastre entre un determinado público asiduo que identificaba nuestro montaje; y en el transcurrir de la obra, entre bailes y piruetas, lográbamos congregar desde varias decenas de espectadores hasta pequeñas multitudes.

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